Joan Sala, Serrallonga
Joan Sala Ferrer (1594-1634), la cabeza más visible del bandidismo catalán de los siglos XVI y XVII, época en la que los bandidos eran los protagonistas de toda la región, convirtió las Guilleries en un escondite perfecto contra sus enemigos.

Joan de Serrallonga es uno de los bandoleros más conocidos de los siglos XVI y XVII, época en la que los bandoleros eran los protagonistas de muchas comarcas.
Joan Sala Ferrer nació en Viladrau el 21 de abril de 1594. Tres de sus hermanos, Pere, Joan y Segimon, también fueron bandoleros.
En 1618 se casó con Margarita Talladas, pubilla del mas Serrallonga (Querós, Sant Hilari de Sacalm), de donde le viene el sobrenombre. Allí vivió durante un tiempo con su esposa y sus hijos, trabajando como campesino.
La carrera de Serrallonga se inicia, seguramente, cometiendo pequeños delitos a la sombra de malhechores como los hermanos Margarit. No es hasta 1622 cuando comete su primer crimen de sangre, asesinando a su vecino, Miquel Barfull, por haberlo delatado.
En 1627, Serrallonga pasa a ser considerado el jefe del bandolerismo catalán, con una banda de más de 100 hombres. Podían actuar con total impunidad, escondidos entre las Guilleries, el Montseny y Collsacabra, gracias al conocimiento del territorio, la poca colaboración de la gente con las fuerzas reales y las complicidades de algunos señores. Como ejemplo, Serrallonga gozaba de la protección del rector de Castanyet, que le prometió que cuidaría a su familia después de su muerte, o de los monjes del monasterio de Sant Pere de Rodes.
Participó en los enfrentamientos entre nyerros y cadells. Primero, como defensor de los nyerros y bajo la protección del obispo de Banyoles. Cuando las cosas se complicaron en 1630, debido a la intensificación de la persecución, marchó hacia Francia con su amante, Juana la Maciza, la viuda de un molinero de Castelló d’Empúries y de filiación cadell. Sin embargo, en Francia las cosas no le fueron bien.
Regresa a las Guilleries, y el lunes 31 de octubre de 1633 las tropas del virrey lo capturan en el mas Agustí de Santa Coloma, traicionado por el heredero de la casa. Lo procesan y lo sentencian a la pena de muerte. En el juicio, Juana la Maciza se defendió alegando que había sido secuestrada por el bandolero y quedó en libertad. El 8 de enero fue ajusticiado, con escarnio y crueldad: recibió entre ciento y doscientos azotes, le cortaron las orejas y su cabeza fue colgada en el portal de Sant Antoni.
Se dice que aquella misma noche la cabeza de Serrallonga desapareció, y que fue obra de sus compañeros, quienes lo enterraron en Tavertet.