La Fossa de la Minyona (la Fosa de la Minyona)

Esta leyenda cuenta la historia de una valiente joven que ni las brujas ni los duendes asustaban. Vivía cerca de las casas de Les Clotes y Can Calabrès, pero un día por mala fortuna se vio derrotada por sus propios miedos.

En la casa de Les Clotes, a media hora del camino de Sant Hilari, en plena Edad Media, vivía una chica muy bonita, ornada con todas las gracias que acompañan la primavera de la vida. Su discreción era tan grande como su belleza, y su agudo talento la distinguía por encima de las otras chicas de la zona.

En aquella época tenebrosa se creía que la casa de Les Clotes estaba rodeada de brujas, demonios y duendes; sus habitantes estaban tan atemorizados que a media tarde ya cerraban las puertas y se ponían a rezar. Pero la chica, que además de las más bellas cualidades personales poseía un gran valor, se reía del miedo que tenía atemorizados a la otra gente de la casa. Para demostrarles que el duende que veían era solo fruto de su imaginación, decidió salir ella sola a media noche, dirigiéndose hacia el lugar donde se decía que aparecían los duendes y las brujas, terror de su casa y de toda la comarca.

La noche era más oscura que la garganta del lobo y se oía el ruido de truenos lejanos amenazando tormenta. La chica salió decidida, pero cuando se encontraba cerca del lugar, su falda se enredó en unos espinos; la pobre quería huir y gritaba y tiraba con fuerza, pero, como la noche era tan oscura, no pudo ver que eran los pinchos de los espinos los que le habían cogido la falda y, entonces, dejándose dominar por la superstición y el miedo, creyó que era el duende el que la tenía presa y murió allí mismo del susto.

Hasta finales del siglo pasado el lugar donde murió la desafortunada doncella, entre los cortijos de Les Clotes y Can Calabrès, una tosca cruz de madera recordaba el lugar, y todo el mundo que pasaba por allí, conocido popularmente como la Fossa de la Minyona, lanzaba una piedra que tenía para ellos el valor de una oración.